Reflexiones sobre el amor, la memoria y la ausencia que no se va.

Ica Trabucco

4/6/20253 min leer

Porque sí, me duele. Me sigue doliendo como si el tiempo no hubiera pasado, como si aún no lograra acostumbrarme del todo a que no estás. Pero también sé que tenerte fue un regalo tan grande, tan bonito, que incluso con ese dolor constante, la balanza se inclina hacia la gratitud.

Esta nota no busca ser una reflexión sobre el Alzheimer ni una mirada objetiva sobre la pérdida.

Es más bien algo que necesitaba escribir, porque este tema sigue siendo una herida abierta. La pérdida de mi nonna no fue un solo momento. Su partida no fue el día en el que dejó este plano, fue un proceso que empezó mucho antes, cuando el Alzheimer comenzó a comerse su memoria, sus palabras, su forma de estar en el mundo.

Un patrón de un pato ilustrado por mi
Un patrón de un pato ilustrado por mi

Nonna, ver cómo te apagabas un poquito cada día fue desgarrador. Primero fueron las palabras: dejaste de hablar español, después el italiano… hasta que solo quedó una lengua que no entendíamos, una especie de susurro interno que intentaba comunicarse con nosotras sin éxito. Te mirabas con ganas de decir tanto, y nosotras sin poder traducir lo que decías. Ese silencio impuesto por la enfermedad fue lo más cruel de todo. Y aún ahora, al poner esto en palabras, tengo que hacer pausas para tragarme las lágrimas.

Y no, no voy a contar la historia de nuestra relación.

Hay vínculos que no necesitan explicación. Solo espero que, en algún momento, hayas sentido todo el amor que te tenía. Y que todavía te tengo. Me gusta pensar que sí.

Y a quienes leen esto...

Escribo porque cada 6 de abril, más allá del duelo, me gusta recordarla desde lo bonito. Desde su risa, desde las historias que contaba sobre su vida en Italia, desde las recetas que preparaba como si la cocina fuera su forma de decir "te quiero". Me gusta recordarla desde los detalles: sus manos arrugadas, sus patitos de colección, su forma de abrazar.

Claro que todavía me da rabia. Rabia porque la vida fue injusta contigo —porque si alguien era luz, eras tú. Y también conmigo, porque me robó casi diez años de ti lúcida. Me robó anécdotas, tardes juntas, pizzas caseras y dulces que ya nunca sabrán igual. Me robó la posibilidad de que me conocieras en esta versión mía más adulta, más consciente. Y esa ausencia pesa... sí que pesa.

A quienes han vivido algo similar.

El Alzheimer es de las cosas más crueles que existen. Porque esa persona sigue ahí… pero ya no está. Y si lo has vivido, sabes de lo que hablo. Llega un punto en el que su realidad ya no es la tuya. Y si quieres hacerles un poco más liviana esa travesía, tienes que soltar tus propias coordenadas y entrar en su mapa. Adaptarte. Dejar de corregir, de insistir, de tratar de traerlos de vuelta. Porque ya no están en este tiempo, y a veces, lo más amoroso que puedes hacer es acompañarlos donde están. Perderte con ellos un ratico. Aunque duela.
Hoy, igual que todos los años, me siento un poco vacía. Pero también llena. Porque ella sigue estando en lo que soy. En la forma en la que cuido a los demás, en cómo cocino, en mis gestos, en como me aferro a los recuerdos... Y, de vez en cuando, en ese llanto que viene sin explicaciones claras.
Quisiera decir algo profundo o sanador, pero no lo tengo una frase para cerrar. Solo sé que a veces, cuando estoy muy rota o muy feliz, todavía le hablo. Y todavía la escucho. En mí, sigue.

No sé si eso es espiritualidad o memoria, pero no me importa... Es suficiente.

"I know better but you still around"

Cada 6 de abril, a pesar del dolor de tu ausencia, elijo celebrar la fortuna de haberte tenido en mi vida.