Navegando el limbo del migrante: entre la nostalgia y el autodescubrimiento

Ica Trabucco

4/1/20254 min leer

El limbo del migrante

Migrar es un viaje que te desarma por completo. No se trata solo de cruzar fronteras, sino de dejar atrás una parte de ti: tus amigos, tus sueños, y esa seguridad que tenías en tu tierra natal. Les confieso algo: cuando dejé Venezuela, nunca sentí que realmente perteneciera a ese lugar, hasta que la distancia me obligó a replantear todo. Esa desconexión, a la vez dolorosa y reveladora, fue el primer disparo de un proceso de autodescubrimiento que aún sigo viviendo.

El "no lugar" del migrante

Llegar a Milano para estudiar el máster me dio una excusa, un pretexto de “estar de paso”. Pero cuando terminé, la realidad me golpeó de frente: mi vida ya no era un paréntesis, sino un nuevo capítulo sin instrucciones claras. Me encontré en un limbo incómodo, donde ni Venezuela ni Italia se sentían realmente míos. Es como si, de un día para otro, dejara de tener un “norte” definido y tuviera que construir uno nuevo en medio de la incertidumbre.

La dualidad de la migración: desafíos y crecimiento

Migrar duele, y lo digo desde el alma. Dejas atrás a quienes amabas, sueños que parecían tan seguros, y hasta esos pequeños detalles cotidianos que marcaban tu vida. Y es que, además de cambiar mi norte personal y profesional, también tuve que cambiar mi norte geográfico.

El cerro Ávila, ese gigante que solía ser mi referencia diaria en Caracas, ya no figura en mi horizonte—y, créanme, lo extraño muchísimo.

La playa, esa playa que daba por sentada porque la tenías a mano los 365 días del año, se volvió una necesidad, y siento que mi ánimo se ha vuelto un poco más gris desde que mi cercanía con el mar cambió.

Madrid: un refugio para sanar y reencontrarme

Llegar a Madrid fue otro salto a lo desconocido, y en muchos momentos aún me sigo sintiendo como una turista en mi propia vida. Pero, a la vez, esta ciudad se ha convertido en mi refugio, el lugar donde empecé a reconstruirme. Aquí he encontrado a alguien muy especial, una persona que me ayuda a volver a centrarme cuando mi mente se pierde en pensamientos oscuros. Esa persona es mi ancla en medio de la tormenta emocional, recordándome que, incluso en los peores momentos, no estoy sola.

Madrid también me impulsó a enfrentar mis miedos internos. Decidí ser constante con mi terapia, un proceso que comenzó como una obligación para sanar mi TCA y se transformó en un viaje de autoconocimiento. Conocí a una terapeuta con la que me siento increíblemente cómoda, alguien que me ha ayudado a ver que cada error, cada caída, es una oportunidad para aprender y crecer. Esa lucha diaria, a veces agotadora, es también la chispa que me empuja a no rendirme.

Integración sin renunciar a quién soy

No se trata de abandonar tus raíces, sino de aprender a vivir con ellas, integrándolas en cada paso que das. En mi caso, aunque mi familia tiene una base italiana, todos nacieron en Italia excepto mi papá. Eso significa que nuestras tradiciones son innegablemente italianas, pero, sin duda, la cultura venezolana se filtró en nuestro hogar de una forma que nunca podremos olvidar. Esa mezcla, esa dualidad, es parte de lo que soy y, aunque a veces me hace sentir como si estuviera en el limbo, también me regala una perspectiva única para ver el mundo.

Reflexiones finales

Les voy a confesar algo: emigrar es cuesta arriba. Significa despedirse de una parte de uno mismo, decir adiós a proyectos, amistades y lugares que se llevaban pedazos de tu alma. Pero también es, paradójicamente, el camino hacia un nuevo comienzo. Cada experiencia negativa ha traído consigo una lección que, con el tiempo, se transforma en crecimiento personal.

¿Cómo se siente realmente estar entre dos mundos, sin un hogar que se sienta completamente tuyo? ¿Y qué haces cuando la nostalgia te ataca de forma inesperada? Son preguntas que me hago constantemente, y que invito a ustedes a compartir. Porque, al final, en cada historia migrante hay momentos de dolor, sí, pero también hay una belleza indescriptible en la transformación y el aprendizaje que solo se vive en el camino.

Para cerrar esta reflexión, quiero compartir una playlist muy especial, llena de canciones que me llevan de vuelta a Venezuela. Algunas son las que escuchaba cuando vivía allá, esas que forman parte del soundtrack de mi vida. Otras, curiosamente, las descubrí estando lejos, canciones que quizás no habrían sido mi primera elección en otro contexto, pero que con el tiempo se han convertido en pequeños anclajes a mis recuerdos. La nostalgia es rara, a veces pesa, a veces impulsa, pero siempre encuentra su manera de hacerte sentir en casa, aunque sea por unos minutos.

Ilustrado por Verónica

Ilustrado por Verónica

A pesar de todo, no puedo negar que Milano me regaló experiencias impensadas. Entre momentos de soledad y bajones, conocí personas maravillosas que ampliaron mi visión del mundo. Cada conversación, cada choque cultural, me enseñó que el dolor del cambio puede transformarse en una riqueza interior si te atreves a mirar con objetividad.